Conforme a su autocomprensión normativa, el derecho moderno se inspira en la idea de autonomía: los hombres sólo actúan como sujetos libres cuando no obedecen sino a las leyes que ellos mismos se han dado, basadas en convicciones comunes obtenidas en la comunicación y en la libre discusión. Un sistema jurídico realiza esa idea de autonomía, y cobra él mismo (frente al poder social y la lucha por el poder político) una autonomía que esté a la altura de esa idea, cuando los procedimientos institucionalizados tanto para la producción legislativa como para la administración de justicia garantizan una formación imparcial de la opinión y de la voluntad y hacen que tanto la política como el derecho queden embebidos de procedimientos que permitan el uso público de la razón; lo cual exige a su vez un medio social acostumbrado al razonamiento público y a un exigente ejercicio de la libertad. No puede haber autonomía del sujeto, ni derecho autónomo, no puede haber Estado de derecho, sin que la idea racional de democracia sea también una realidad.